En estos últimos días me tocó vivir momentos en que tuve que hacer una pausa en las cosas que venía llevando adelante, específicamente en el estudio. Tuve que preguntarme seriamente si lo que estaba estudiando lo hacía por vocación, por presión social o  del entorno donde desarrollo mis tareas laborales. Me di cuenta que estaba pagando un costo muy alto por algo que me estaba desgastando mentalmente al punto de perjudicar mi salud. No lo disfrutaba y me estaba sacando de foco de muchas cosas más importantes, como por ejemplo disfrutar de tiempo con mi familia o dedicarle tiempo a las cosas que me apasionan realmente. Estaba siendo un tanto egoísta quizá…

 

Creo firmemente que todos, vos y yo, pasamos por este mundo con un propósito determinado, que fuimos diseñados conforme a ese propósito y con dones específicos para tal fin, los cuales debemos desarrollar y entrenar día a día.

 

Algunas de las preguntas que me hizo reflexionar al respecto me las hizo un amigo: ¿Es de utilidad para otros lo que estás estudiando? ¿Cuál es el objetivo de que lo hagas? ¿Ayudará a otras personas a mejorar su calidad de vida? No pude responder. Pero lo que sí entendí fue que no es mi vocación, que lo hice y terminé dejando atrás tiempo valioso que pudo ser realmente productivo. No digo que lo estudiado no me sirva para aplicarlo en el día a día, pero…

 

Entonces me pregunté y le pregunté a Dios si eso era lo que debía hacer. Y hoy siento una tremenda paz de la decisión de redireccionar mis prioridades y objetivos en conexión con los planes de Dios. Un profe que tuve en la secundaria (o como se dice en otros países, preparatoria) decía: “No hay nada más lindo que hacer lo que te apasiona y además que te paguen por hacerlo. Es un placer, nunca un trabajo”.

Hoy lo rediseño y pienso: “No hay nada más lindo que hacer lo que te apasiona y además ayudes a otros a mejorar su calidad de vida”.

 

Entonces, ¿qué tal si hacés una pausa en tus actividades? En tu momento de intimidad, antes de ir a dormir por la noche, o en un momento de descanso frente al mar, en la montaña o en una caminata por algún bosque, donde sea que estés, sincerate con vos mismo/a y preguntate si lo que hacés o estudiás te hace realmente feliz y también si ayuda a tu entorno a crecer. Hablá con Dios como amigo tuyo que quiere ser y descansá en que lo que va a hablarte, por el medio que sea, puede literalmente cambiarte la vida…

 

¿Te animás a hacer una pausa y, si es necesario, redireccionar todo?

¡Animate! Lo mejor está por delante.

diego.brez@sdrlive.com.ar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *